Cerrado por vacaciones

Llego el momento de un merecido descanso. Este que suscribe baja el telón durante 15 días, ya veremos si para olvidarme del mundo o para pensar en el futuro y los cambios que se avecinan.

Lo que es seguro es que serán un par de semanitas lejos de ordenadores, móviles y demás cacharros (espero sobrevivir :) ).

 

Cala Galdana, Menorca

Ya está aquí, ya llegó

Hablo, como no, del famoso canon digital. Hartito estoy de los ladrones (un resumen de las tarifas se puede ver en Abadía Digital), pero Antonio Ortiz, en Error500, incide en dos aspectos realmente sorprendentes.

El primero surrealista:

"Conforme el párrafo b) del apartado 7 del artículo 25 de la Ley de Propiedad Intelectual y a los efectos en él previstos se entiende por «disco duro de ordenador» el dispositivo de almacenamiento magnético de un ordenador en el que se aloja el sistema operativo de dicho ordenador, al cual está conectado con carácter permanente, de forma que éste solo y exclusivamente pueda servir de disco maestro o del sistema en el sentido de que su conexión sólo le permite adoptar esa funcionalidad y no la de disco esclavo."

Pero por si decidieramos dejar de comprar …

En otro sentido, que da igual lo que compremos, la cantidad que se ingrese por canon digital no podrá ser inferior a 110,2 millones de euros ni superior a 117,8 millones de euros.

Perdonen la expresión, pero es para mear y no echar gota. Saquen sus propias conclusiones.

Rellenando informativos

Asombrado me quedé el pasado domingo viendo las “noticias” en Antena3 cuando dieron paso a una información, basada en un video de calidad mínima (podemos imaginar facilmente de donde lo sacaron), en la que se veían granos de maiz que se hacían palomitas cuando se llamaba a un teléfono que se encontraba “apuntando” a los granos. Para lavarse las manos, en varias ocasiones los supuestos periodistas que comentan la noticia repiten que no saben si es real o no, cuando cualquiera con dos dedos de frente se puede dar cuenta que ese video es una tomadura de pelo.

Asumo que durante los fines de semana no hay muchas noticias de verdad y hay que rellenar con lo que se pueda. Se que los noticieros de Antena 3 son lo que son (poca información y mucho sensacionalismo y amarillismo). Tampoco me sorprende que la gente pueda creerse este tipo de cosas. Pero que titulados en periodismo (supongo) se pasen por … algo tan básico como es comprobar la veracidad de lo que cuentan en un informativo nacional de máxima audiencia, (como dice el anuncio) no tiene precio.

Así anda el perodismo…

Y aunque sea lo de menos, el siguiente video [Metacafé, Inglés, 1’37’’] podría explicar el truco de las palomitas:

 

Anotaciones anteriores relacionadas:

Quien mató al señor Burns - Estilo Galactica

Absolutamente genial!

Mantenimiento

Seguimos cerrados por mantenimiento mental. Esperamos ajustar pronto todas las neuronas para continuar escribiendo tonterias por aquí.

homer-brain

Hasta entonces, pueden ver algunas de las lecturas interesantes que comparto en Google Reader, o lo poco que suelto en el Twitter cuando me acuerdo de él.

Sobre la sábana de Turín

Una entrada rápida para apuntar dos posts recientes sobre la Sábana de Turín, uno de esos temas que me fascinaban en tiempos pretéritos:

Lealtad incondicional

Como cada semana, merece la pena leer la columna de Pérez Reverte en su Patente de Corso. En esta ocasión dedicada a una anécdota sobre los perros y su lealtad, justo cuando yo he perdido pierdo una de esas lealtades incondicionales.

Como su web no destaca precisamente por su usabilidad, y me apetece compartir la columna, le fusilo el texto directamente:



ARTURO PÉREZ-REVERTE | XLSemanal | 1 de Junio de 2008

Insistir, a estas alturas, en que aprecio en general más a los perros que a los hombres es una obviedad que no remacharé demasiado. He dicho alguna vez que si la raza humana desapareciera de la faz de la tierra, ésta ganaría mucho en el cambio; mientras que sin perros sería un lugar más oscuro e insoportable. Cuestión de lealtad, supongo. Hay quien valora unas cosas y quien valora otras. Por mi parte, creo que la lealtad incondicional, a prueba de todo, es una de las pocas cosas que no pueden comprarse con retórica ni dinero. Tal vez por eso, la lealtad, en hombres o en animales, siempre me humedece un poquito las gafas de sol.

Todo esto viene a cuento porque acabo de darle un repaso a El Valle de la Muerte, un ensayo de Terry Brighton sobre la carga de la Brigada Ligera durante la guerra de Crimea. Aquello, más conocido por la carga entre los que están en el ajo, es asunto que algunos frikis de la materia –los periodistas Jacinto Antón y Willy Altares, mi compadre Javier Marías, yo mismo y algún otro– cultivamos, desde hace muchísimos años, como materia de reflexión y tertulia, sobre todo a la hora de comparar la leal actuación de los lanceros, dragones y húsares ingleses aquel 25 de octubre de 1854, dejándose el pellejo bajo la artillería rusa, con la criminal incompetencia de los mandos británicos que ordenaron el ataque, notorio entre las grandes imbecilidades militares de la Historia.

La historia es conocida: cinco regimientos de caballería británicos cargaron de frente contra una batería rusa, a través de un valle de kilómetro y medio de largo, batido a la ida y a la vuelta por fusileros y artillería. De seiscientos sesenta y seis hombres volvieron a sus líneas heridos o ilesos, muchos a pie y todos bajo fuego enemigo, trescientos noventa y cinco. Hasta la suerte de sus caballos se conoce: de los pobres animales que montaron los ingleses, galopando entre el estallido de las granadas o sueltos luego por el valle enloquecidos y sin jinete, murieron trescientos setenta y cinco. Ni siquiera los famosos versos de Tennyson, que varias generaciones de escolares aprendieron de memoria –«Media legua, media legua / media legua más allá...»–, pueden embellecer el asunto. Fue una carnicería en el más exacto sentido de la palabra.

Pero de lo que quiero hablar hoy es de perros. Porque lo que pocos saben es que, ese día, dos perros cargaron también contra los cañones rusos. Se llamaban Jemmy y Boxer, y eran, respectivamente, las mascotas del 11o y del 8o regimientos de húsares. Los dos canes habían acompañado a sus amos desde sus cuarteles de Inglaterra, y estaban en el campamento británico cuando se ordenó a la Brigada Ligera formar para la carga. Así que, como tantas otras veces en desfiles y maniobras, los dos fieles animales acudieron a colocarse junto a las patas de los caballos de los oficiales, dispuestos a marchar al mismo paso, sin obedecer las voces de los soldados que les ordenaban apartarse de allí. Después sonó la corneta, empezó la marcha al paso, luego al trote, y cuando, bajo intenso fuego de artillería, se pasó al galope y sonó el toque de carga, con las granadas reventando, hombres cayendo por todas partes, estruendo de bombazos y caballos destripados o sin jinete, Jemmy y Boxer siguieron corriendo imperturbables, junto a sus amos, en línea recta hacia los cañones rusos.

Parecerá increíble para quien no conozca a los perros. Esos chuchos cruzaron todo el valle de Balaclava entre un diluvio de fuego –«Hasta las fauces negras de la Muerte, / hasta la boca misma del Infierno»– y permanecieron junto a los húsares, o lo que quedaba de ellos, mientras éstos acuchillaban a los artilleros enemigos y morían entre los cañones. Después regresaron despacio, al paso de los caballos maltrechos que traían a los supervivientes, junto a hombres desmontados o heridos que caminaban y caían exhaustos, entre el tiroteo ruso y los disparos de quienes remataban a sus caballos moribundos ante de seguir a pie. Tres largos kilómetros de ida y vuelta. Jemmy y Boxer hicieron la carga junto a los primeros caballos de la brigada y regresaron a las líneas inglesas con el primer hombre montado de sus respectivos regimientos que volvió a éstas: Ileso Boxer, sin un rasguño; herido Jemmy por una esquirla de metralla en el cuello. Y ambos, acabada la campaña, regresaron a Inglaterra y murieron viejos, honrados y veteranos, en su cuartel.

Ni Tennyson ni poeta alguno hablaron nunca de ellos, ni en el poema famoso ni en ningún otro maldito verso. Por eso he contado hoy su historia. Para decirles que por el Valle de la Muerte, cargando contra los cañones con la Brigada Ligera, también corrieron dos buenos perros valientes.

Indy, nos hicimos mayores

indiana-jones-crystal-skull Fiel a una extraña tradición, la empresa en la que trabajo nos invitó a todos los empleados un año más al cine, en esta ocasión a la película más esperada de los últimos tiempos: Indiana Jones y el templo de la calavera de cristal.

Al terminar la proyección, el comentario entre unos cuantos compañeros era el mismo: quizás nos habíamos hecho mayores, y aquellas aventuras que tanto nos fascinaban (hace ya 19 años que se estrenó La última cruzada) no impresionan a unos treintañeros preocupados por cosas más mundanas.

Pero al ver unos días después Indiana Jones y la última cruzada de nuevo en la tele, acabé por convencerme de que no era así, y que por desgracia, hay otras razones por las que la peli defrauda.

SPOILERS
El guión es bastante flojo, y ya podían haber buscado una historia un poco mejor porque lo de meter extraterrestres no pega con el Dr. Jones ni con cola. Como si no hubiera mitos suficientes en la historia para tener que recurrir a ETs... Y el guión parece escrito sobre la marcha.

Por supuesto, la película es entretenida y divertida, con abundantes chistes del propio Harrison Ford sobre su edad, y entre lo mejorcito está Cate Blanchett, magnífica como investigadora paranormal rusa. Pero la película no deja de ser un "autohomenaje" de Spielberg, que mezcla (sin mucho acierto) sus Indianas, sus ETs y sus Encuentros sin ofrecer en el fondo nada nuevo, aunque en realidad se trate de eso: explotar el filón y no experimentar.

/SPOILERS

Puntuación: 5/10

Otras críticas: